lunes, 11 de febrero de 2008

La experiencia mediática

Los dispositivos socioculturales de “mediación de la experiencia”, al menos en las condiciones de la modernidad, que incluyen la tecnificación del mundo social, juegan un importante papel en la confección de redes de confianza destinadas a atenuar la incertidumbre mediante el incremento de lo que discursivamente se enuncia como “la seguridad”. En principio, la experiencia mediada contribuye a filtrar el excedente cada vez mayor de incertidumbre que debe afrontar una sociedad compleja, profundamente interrelacionada, con un alto nivel de diferenciación funcional y permanentemente volcada sobre la idea de futuro. La mediación tecnológica de la experiencia, constituye un mecanismo de normalización en el sentido preciso en que genera coherencia entre los relatos producidos por los sujetos sociales, institucionales, individuales o colectivos. Así, es posible pensar -al estilo de Anthony Giddens- que los contenidos mediáticos obedecen más bien a una lógica compensatoria de la “confiscación institucional” de la experiencia, típica de las sociedades modernas. De acuerdo con este esquema, los individuos tienen acceso por la vía del medio a experiencias institucionalmente confiscadas y, en general, inaccesibles dentro de los márgenes de su vida cotidiana. Pero cabe preguntarse si la experiencia mediática -esto es, la experiencia mediada a través de los medios de comunicación- hace compatibles la lógica de compensación y la lógica de potenciación del secuestro institucional de la experiencia. La generalización de la experiencia tecnológicamente mediada constituye un rasgo característico de la sociedad actual. Sus consecuencias no se dan sólo en el nivel básico de las “historias de ficción”, sino en aspectos estructurales como el anclaje espacio-temporal de la experiencia y en la producción de rutinas asociadas al sentido en el mundo social. Es en este contexto donde parece pertinente ubicar las voces que señalan una creciente virtualización de lo real en el que la representación se convierte en referencia de lo representado. De este modo, la distinción entre experiencia vivida y experiencia mediática pierde buena parte de su sentido organizador de la cotidianidad. Ahora bien, antes que distinguir entre experiencia vivida y experiencia mediática es necesario advertir que, desde la existencia del lenguaje, un amplio sector de la experiencia humana es, por definición, experiencia mediada. Algunas caracterizaciones de la experiencia vivida, como la ubicación espaciotemporal, resultan difícil de escindir de la experiencia mediática: no cabe concebir globalización social sin la base de una universalización de los dispositivos tecnológicos de mediación de la experiencia. El valor socializante de la experiencia tecnológicamente mediada no sólo se ha visto favorecido por este proceso de universalización, sino también -y muy especialmente- por el papel que los dispositivos tecnológicos de mediación de la experiencia juegan en la generación de confianza y en la absorción de incertidumbre. Desde los teóricos de la escuela de Frankfurt a los críticos de la comunicación herederos de su reflexión, se ha advertido que la unión indisociable entre industria cultural y cultura de masas habilita el desarrollo de un proceso de economización y tecnificación industrial de la cultura que deviene en una transformación del mundo social y de la propia constitución del individuo. No se trata sólo de renovar la vieja sospecha de que, hoy, la construcción de la subjetividad resulta una cuestión esencialmente tecnológica; sino sobre todo de llamar la atención sobre el hecho de que la tecnificación/economización de la experiencia mediada afecta tanto a quienes la incorporan como a quienes la producen. Jeremy Rifkin ha denominado a este proceso “comercialización de la experiencia”. En él, la producción cultural “comienza a eclipsar a la producción física en el comercio y el intercambio mundial”, y se convierte de manera creciente en la “forma dominante” de la actividad económica de un capitalismo con base en el tecnoentretenimiento, pasible de un abordaje semiótico en el que las experiencias reconocen su relevancia sin importar el grado de virtualidad que posean.

1 comentario:

Unknown dijo...

gracias me ayudaste mucho con mi tarea tqm