martes, 8 de enero de 2008

Pantallas Móviles

Una comunidad móvil, potenciada por dispositivos que constituyen un mecanismo de contacto permanente y una plataforma de acceso y producción de datos con el mínimo esfuerzo, se pregunta incontables veces al día por una circunstancia básicamente basada en las condiciones de proximidad. Desde el año 2002, en que por primera vez la telefonía móvil superó a la fija en cantidad de líneas activadas a escala global, la tendencia a la desaparición de esta última se reveló irreversible. Si el móvil fue pensado originalmente para el consumo empresarial y profesional, la evolución del mercado derivó hacia el mundo laboral y hacia la comunicación interpersonal. Luego, adolescentes y adultos jóvenes fueron y siguen siendo los motores de su crecimiento. Si bien la movilidad contribuye a administrar datos en distintos espacios geográficos a un costo cada vez más bajo, un escenario sin roaming, ni llamadas internacionales, ni abusos de mercados monopólicos o duopólicos y con la competencia de la telefonía sobre plataforma web (VoIP - voice over IP) para disminuir drásticamente el precio de las llamadas tradicionales, aún tiene que atravesar instancias de maduración en los mercados emergentes. La “cultura de la movilidad”, consolidada en las laptops vía wi fi con eje en los usos lúdicos, adquiere mayor sentido de hibridación en los móviles aunque aún debe superar restricciones relacionados con los estándares, dado que las interfaces gráficas varían según el operador telefónico y no todos los móviles soportan el mismo software.
¿Cómo la movilidad puede agregar valor a los contenidos? ¿Los usuarios querrán entretenerse con materiales multimedia cortos y divertidos en todas esas situaciones aburridas en que están en movimiento y fuera de su hogar o trabajo? ¿Querrán ver esas imágenes por las cuales “no pueden esperar” llegar a casa y hasta estarían dispuestos a pagar por ellas (por ejemplo, los goles de un partido de fútbol apenas convertidos)? Puede que la clave no esté tanto en brindar contenidos de gran relevancia o en reciclar los que se ofrecen en los medios masivos, sino en la generación de plataformas de conectividad, visibilidad del usuario y participación pensada para el ocio móvil o para la vida profesional. La generación de modos de vida desterritorializados y formas de ver y de organizar la cotidianidad con la adopción de una espacialidad sin barreras obedece al imperativo de la conexión permanente. El “estar conectado” en todo momento y en todo lugar tiene el peso de una exigencia que se ha naturalizado y con la que se consigue una múltiple integración. El trabajo, las relaciones sociales, el ocio y el entretenimiento, y la educación se integran mutuamente y, finalmente, uno se integra al mundo. No obstante, es importante no priorizar sólo factores geográficos o urbanísticos sino también entender el espacio de forma transdisciplinaria. El espacio sería el conjunto indisociable, dinámico, donde se reúnen la materialidad y la acción humanas, que refleja, construye y regula las relaciones sociales, que ha dejado de ser objeto exclusivo del estudio de geógrafos y arquitectos, pasando a ser privilegiado por las ciencias sociales. Un claro ejemplo de ello lo constituyen los textos de Howard Rheingold, donde las estimaciones sobre el poder de las nuevas tecnologías para la activación de “redes sociales” descansan sobre infraestructuras técnicas de comunicaciones basadas en ondas y chips. Un gran número de supuestos sobre las “mediaciones tecnológicas”, tanto en el campo filosófico-estético como en el socio-antropológico comienzan a ser revisadas para buscar conceptos operativos que permitan reconocer algunos de los códigos que legislan “las articulaciones entre prácticas de comunicación y movimientos sociales, a las diferentes temporalidades y la pluralidad de matrices culturales”.

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